Pensemos en una pirámide, cuyo nivel más bajo lo presiden los tópicos y las frases hechas, mientras que en la cúspide de la misma aparecen los sentimientos. En el segundo escalón tomando como referencia la base, aparecería el hablar de los demás y/o de temas neutros, y un escalón más arriba, estarían las ideas y opiniones. Una vez nos hemos formado una imagen de esta pirámide, sólo queda darle un sentido. Estoy aludiendo a los distintos niveles que pueden darse en la comunicación, de forma que a más altura (En la cúspide aparecen los sentimientos), más calidad de la misma.
Cuando comunicamos al otro un sentimiento, una emoción o nuestras necesidades, éste nos está dando un regalo. Es por ello que debemos valorar como un privilegio esto que nos cuenta, pues está depositando su confianza en nosotros. El riesgo que toma es importante: cuando mostramos nuestra vulnerabilidad, podemos resultar heridos. Así pues, no hacer un mal uso de este privilegio está en nuestras manos.
¿Cómo hacer un buen uso del privilegio que supone esta confianza? Hemos de intentar entender qué siente el otro y expresar interés y comprensión. A esto contribuirá el no cambiar de nivel, respondiéndole por ejemplo con otro de menor calidad:
– Estos días estoy sintiéndome bastante desanimada (Nivel: sentimiento)
– Ah pues yo últimamente estoy ocupadísima con tanto trabajo (Nivel: hechos)
Puede que este pequeño fragmento de un diálogo te resulte conocido, puede que reconozcas lo sol@ que te sentiste en ese momento.
Una posible alternativa para mostrar interés y comprensión podría haber sido:
-¿Ah sí?¿Qué te pasa?
Y esta respuesta habría dado pie a un posible diálogo terapéutico.
Y a ti, ¿Qué tipo de respuesta te han dado cuando has mostrado tus sentimientos?